Según las fuentes consultadas, se estima que entre un 4 y un 20% de personas tiene alguna enfermedad autoinmune. Es difícil establecer un porcentaje preciso, porque muchas personas no están diagnosticadas.
A veces, las enfermedades autoinmunes son presentes en algunas familias: tienen un componente genético o hereditario. Por ejemplo, si una mujer sufre de hipotiroidismo autoinmune, existen más probabilidades de que sus hijas y sus hijos también estén afectados.
Por motivos difíciles de determinar, pero en parte debido a causas hormonales, las mujeres son más propensas que los hombres a tener alguna patología autoinmune: entre las personas afectadas, el 75% son mujeres y el 25% son hombres.
Cuanto más mayores nos hagamos, más riesgos corremos de sufrir alguna enfermedad autoinmune.
Las causas son múltiples. Pueden ser genéticas y también epigenéticas o ambientales: una alimentación deficiente, un estilo de vida sedentario, una infección, una enfermedad, el contacto con productos tóxicos o contaminantes u otros factores desencadenantes.
Cuando el sistema inmunitario funciona bien, nos protege contra posibles ataques externos e internos, por ejemplo contra microorganismos patógenos.
A veces, y por causas complejas, el sistema inmunitario se vuelve disfuncional: en vez de protegernos, nos ataca.
Este ataque puede dirigirse contra algún órgano o tejido en concreto, como la piel (vitíligo, psoriasis), el tiroides (hipotiroidismo o hipertiroidismo autoinmune), las articulaciones (artritis reumatoide), el sistema nervioso (esclerosis múltiple) o las células del páncreas (diabetes tipo 1).
Algunas enfermedades autoinmunes afectan todo el organismo, de manera sistémica, como es el caso del lupus.
¡Existen más de 80 enfermedades autoinmunes! Algunas son frecuentes, como las mencionadas anteriormente, y otras tienen una prevalencia muy inferior.
Los síntomas de las enfermedades autoinmunes pueden ser muy variados: dolor, inflamación, cansancio, aumento o reducción de peso, depresión, ansiedad, pérdida de funcionalidad o movilidad.
Los tratamientos también son diversos y se adaptan a cada patología y síntoma.
Nos podemos preguntar si existe alguna relación entre el proceso de autoinmunidad y la alimentación.
Todos conocemos el dicho «Eres lo que comes», ¿verdad?
Desde hace unas cuantas décadas, los científicos estudian con mucho interés la relación entre las enfermedades autoinmunes, la microbiota, el sistema digestivo, las hormonas, la inflamación crónica y la alimentación.
Algunos autores han establecido relaciones bidireccionales de causa-efecto entre el estado de la microbiota intestinal y del sistema digestivo con la inflamación crónica de bajo grado, que puede ser un factor desencadenante en la aparición de las enfermedades autoinmunes (o un factor de empeoramiento, si ya existe la enfermedad).
¿Las personas con alguna enfermedad autoinmune deberían cuidar aún más su alimentación y su estilo de vida?
Todos sabemos que, para mantener una salud óptima, tenemos que cuidar nuestra alimentación, practicar ejercicio físico, dormir bien y gestionar el estrés.
Debido a un estado de inflamación más elevado, ¡las personas con alguna enfermedad autoinmune deberían cuidarse aún más!
Existe un protocolo alimentario creado específicamente para ellas. Se trata del protocolo autoinmune o AIP.
La parte de eliminación consiste en descartar algunos alimentos o categorías de alimentos, conocidos por ser proinflamatorios, alérgenos o ligeramente tóxicos.
Se introducen alimentos con alta densidad nutricional, como muchas verduras frescas, proteína animal de calidad como carne ecológica y pescado salvaje, y grasas saludables como el aceite de oliva.
Al cabo de unas seis semanas, se empiezan a reintroducir alimentos de manera progresiva, y se observa si la persona nota más energía, menos síntomas, una mejor calidad de sueño…
Una parte fundamental del protocolo son las pautas de estilo de vida. Si seguimos una alimentación saludable pero somos sedentarios, no nos estamos cuidando.
Se recomienda practicar ejercicio físico de manera regular: caminar al menos 30 minutos cada día, 5 días a la semana, e introducir ejercicio de resistencia o fuerza un par de días a la semana, para mantener la masa muscular y la salud ósea.
También se recomienda aumentar la actividad física, que son todos los movimientos que se realizan en el día a día, como limpiar la casa, ir a comprar caminando, ir a trabajar caminando o en bicicleta, llevar a los niños a la escuela, subir y bajar escaleras, etc.
Se aconseja establecer rutinas de sueño, limitar el uso de pantallas, establecer y reforzar relaciones sociales, potencial el contacto con la naturaleza y trabajar en la gestión de las emociones y del estrés.
Todos sabemos que la salud no se limita a comer de forma saludable, ni mucho menos. Es igual o más importante moverse, relacionarse, dormir bien, tener una vida laboral, social y emocional satisfactoria.
Si las personas con alguna o varias enfermedades autoinmunes cambian de hábitos y aplican estas recomendaciones –siempre de manera adaptada a sus circunstancias vitales y a su estado de salud–, ¡podrán experimentar más calidad de vida, menos dolor, menos inflamación y más esperanza!
Alice Dénoyers
Dietista-nutricionista
Colegiada núm. 23/37 (Andorra)